domingo, 2 de mayo de 2010

Domingo Lluvioso

Ya desde la medianoche del sábado una lluvia persistente comenzaba a dar muestra de que el domingo seria lluvioso y que no iba a ser mejor día para adentrarnos por caminos no tan conocidos. La mañana lo confirmó pero a pesar de eso decidimos que no teníamos porque resignarnos a quedarnos en casa y comer “asopao”. Romper con la lógica es parte también de disfrutar. Así que solo tendríamos que buscar un lugar conocido, confiable y sobre todo totalmente informal. En mi familia siempre hemos sido fieles consumidores de un buen lechón, así que escogimos la Lechonera El Cuñao en Cayey como nuestro destino para hoy. La lluvia parecía ir en aumento pero no nos desanimamos. Tomamos el expreso hacia Caguas bajo un aguacero torrencial. En el camino no se veía mucho y augurábamos neblina según comenzábamos a subir después de pasar Caguas camino a Cayey. No había muchos carros en la carretera y pensábamos que íbamos a encontrar el negocio solo para nosotros. No sé porque pensamos que nuestra idea de ir al “Cuñao” un domingo lluvioso era original. La verdad es que ya había un gran número de clientes cuando llegamos. Los únicos que no encontramos eran los motociclistas que normalmente inundan el lugar. Buscamos una mesa, porque allí tú la escoges, no esperas a que te sienten, y llamamos la atención de uno de los muchachos. Ordenamos, como es nuestra costumbre, varias libras de lechón pero especificando que mezclaran carne de pernil y de faldilla. Para acompañar; la morcilla, los guineos verdes, la batata, el arroz con gandules y el plátano maduro asado. No tuvimos que esperar mucho para que el muchacho regresara con una enorme bandeja cargando los distintos platos. La carne venia cubierta por el cuerito y nos abalanzamos sobre él. Rico! Esa fue nuestra conclusión. El arroz de este negocio no es espectacular pero como acompañamiento es bueno. Las viandas siempre están bien. Las morcillas siempre son una sorpresa. No parecen seguir la misma receta o las compran a terceros que son distintos. Hemos comido morcillas que son de premio, otras no tanto. Las de hoy estaban flojas: sosas y sin pique. Pero la calidad del lechón compensa. Una comida que a uno le gusta y compartir con la familia le hace un día a cualquiera. Cuando salimos de ahí la lluvia había pasado y el sol tímidamente comenzaba a asomarse. Las nuves se fueron esparciendo y un cielo azul limpio como hacía días no habíamos disfrutado estaba al frente de nosotros. Al final hicimos bien en no quedarnos en casa. Como bien decía mami “El que le coge miedo a los ojos no come cabeza” aunque quizás debo decir “no come lechón”.

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